El Gran Apagón: Ensayo General del Miedo

El gran apagón del 28 de abril en España no fue simplemente una avería eléctrica. Fue un punto de inflexión. Una bofetada directa a la cara de una sociedad que vive anestesiada por la tecnología, confiada en sistemas que no controla y sometida a una falsa sensación de estabilidad. Oficialmente, se trató de un fallo técnico, pero la dimensión, el momento, y las voces que desde distintos rincones lanzan hipótesis sobre ataques cibernéticos, ensayo de control social, o incluso predicciones que hablaban de un “evento negro” no hacen más que agitar una verdad que se siente más densa de lo que nos cuentan.

Las consecuencias inmediatas fueron un espejo cruel de nuestra dependencia. Ascensores bloqueados con personas dentro durante más de 12 horas, personas mayores o enfermas atrapadas en casa sin asistencia posible por falta de comunicaciones, hospitales que recurrieron a generadores de emergencia, líneas de metro paralizadas, supermercados a oscuras y miles de transacciones electrónicas imposibles por la caída de la red y los sistemas bancarios. El caos sutil pero rotundo que provoca que la realidad virtual en la que vivimos colapse y nos devuelva al hueso del problema: sin electricidad, todo se cae. Sin cobertura, sin dinero en efectivo, sin plan B… ¿qué somos?

titeres del apagon

La sociedad, una vez más, demostró su capacidad de resiliencia ante la adversidad que supuso el apagón. Sin embargo, la situación no estuvo exenta de tensión y miedo: hospitales colapsados, servicios esenciales al límite, y millones de personas enfrentándose a la incertidumbre de no saber cuándo volvería la energía. Pero en medio de esta crisis, los profesionales de la sanidad fueron los verdaderos héroes anónimos. Médicos, enfermeros y personal sanitario doblaron turnos, trabajando horas interminables para atender a pacientes sin las comodidades habituales, con equipos limitados y a oscuras. Su esfuerzo fue vital para evitar una tragedia mayor. Junto a ellos, otros sectores como bomberos, policías, técnicos de emergencias y servicios sociales actuaron con rapidez y coordinación, enfrentando el caos con profesionalidad y sacrificio. Estos trabajadores demostraron ser el pilar que mantuvo la estabilidad social en un momento crítico. La comunidad en general también mostró solidaridad; vecinos ayudándose mutuamente, organizando recursos, y apoyando a los más vulnerables. El apagón recordó que, pese a las tecnologías y comodidades modernas, somos vulnerables, pero también que la verdadera fortaleza reside en las personas que, en situaciones extremas, vuelven a ser imprescindibles para sostener el tejido social y humano.

El apagon

Todo esto resalta la importancia de tener pequeñas fuentes de energía alternativas, medios de comunicación fuera del sistema digital, dinero físico en casa —sí, billetes, los de siempre— y una mínima autonomía ante el colapso. Porque puede volver a ocurrir. Porque probablemente volverá a ocurrir.

Y es entonces cuando el pensamiento conspiranoico deja de sonar a locura y empieza a parecer una incómoda sospecha real. ¿Quién gana con el miedo colectivo? ¿Quién maneja los hilos cuando se apagan las luces y se nos obliga a mirar al vacío? ¿No estaremos siendo parte de un experimento de control masivo, una pieza dentro de un nuevo orden mundial que se reinventa a la sombra, mientras nosotros solo miramos pantallas? Algo se cocina en las cloacas del poder global, y nosotros, los ciudadanos, solo olemos el humo. Las reglas del juego no las conocemos… y posiblemente nunca las conoceremos. Porque esto, muy probablemente, ha sido solo un aviso.

Y el siguiente corte puede que ya no nos deje encender la luz.